EN EL BAR (RELATO)

 Llegue al bar en compañía de dos amigas, nos sentamos cerca de la barra, nos gusta sentarnos en esa parte porque es ser un poco más informal, de repente sentí como si un imán me atrajera, mire a mi alrededor, buscando esa fuerza que me absorbía  y allí estabas, sentado frente a mí, con una copa en la mano, rotando la cabeza de un lado a otro, como disimulando, pero te volviste y sentí tu insistente y penetrante mirada. No cesabas de repasar mis formas, de arriba abajo, traspasabas  mis ojos, podía sentir tu aliento en mi boca, mis piernas temblaban, percibía el olor del deseo y me inhibía, pero al mismo tiempo me excitaba la inspección que hacías de mí.

Tus ojos me hablaban y mi cuerpo te respondía con palabras en silencio, insinuantes, atrevidas, una especie de eco movía mi boca y la tuya,  escuchábamos sin voces.
Nos dimos cuenta que una especie de magia se estaba dando entre los dos, no dejábamos de mirarnos.
 Sin más,  decidiste venir a donde yo estaba, te sentaste a mi lado, tomaste mi mano y un toque eléctrico me hizo vibrar, fue como un choque de energías, nos miramos fijamente, comenzamos una plática que realmente no nos llevaba a nada en concreto, movíamos los labios, meneo que gritaba “bésame”,  respiración que aullaba ganas, de repente tus manos se dirigieron a mis piernas, roce que me hizo vibrar y me dijiste “vámonos” y sin decir palabra te conteste con un si moviendo la cabeza. 
Nos dirigimos a tu departamento, entrar en él fue como penetrar a un mundo diferente al que estaba acostumbrada, me sentí provocada, estimulada por sentimientos que elevaban mi pasión, trastornando a mi temperamento y  lo sentiste y me abrazaste, me pegaste a tu cuerpo con tal vigor, que la respiración me faltaba y sin reparo tus besos expulsaron el oxígeno que me faltaba.

Los dos sentíamos que la ropa nos estorbaba y con desasosiego nos fuimos despojando de cada prenda, al sentir nuestra desnudez, trepidábamos emocionados y con excitantes besos me recostaste en la cama,   comenzaste a deslizar tu lengua lamiendo las salientes que se erguían, prestas a tus arrumacos se volvieron tus presas.

Acariciabas mi abdomen fuiste bajando lentamente  hasta hallar la hondonada que segregaba la dulce acuosidad que mojaba a tus labios y absorbiendo mis ansias me hiciste gritar, gemir lujuria, jadear el culmen que tocaba, al tiempo que mis manos desesperadas acariciaban al mástil que quedaba como eje del cielo de mi boca, aspiraba con vehemencia el rocío que despedía, succión que te hizo oscilar con ritmo rápido y convulsivo, vaciando en mi gusto la marea atrapada, volvimos a mirarnos sabiendo que sería la primera y última vez que nuestros cuerpos hablarían sin voces.