Carolina una mujer madura, con pensamientos liberales, más no libertinos, separada por más de cinco años, y durante ese tiempo sin pareja, o sin querer tenerla, pero aún con muchos deseos de amar y sentirse amada. En una reunión conoció a Daniel, 24 años más joven que ella, desde el momento que lo vio se sintió totalmente atraída, un hombre con una imponente personalidad, bien parecido, con una radiante sonrisa que envolvía, de casi 1.80 mts, cuerpo delgado, cabello castaño claro, ojos como de gato, color marrón, el color de su piel tostada por el sol hacía resaltar aún más el color de sus ojos o es que su mirada le penetraba de tal forma que Carolina que la sacudía y respiraba su presencia, situación que la ponía un poco nerviosa, se estremecía y sin querer emanaban cosquilleos en el vientre y más abajo de él.
Después de un rato, y de un intenso flirteo de miradas, Daniel se acercó a ella, sentirlo tan cerca conmociono y convulsiono sus sensaciones, olía a Obssession de Calvin Klein, el deseo de abrazarlo la embargaba, quería tenerlo de pegado a su pecho, se contuvo, respiro y cerro tímidamente los ojos, en ese momento, él le tomó la mano, leve caricia que incito sus sentidos, fluía en ella una corriente eléctrica que le atravesará de los pies a la cabeza, le apretó la mano, la miro y la invito a beber un calentito, que es una rica bebida de tequila con jarabe de caña y unas lasquitas de limón, el azúcar de la copa quedó impregnada en sus labios, sensualmente con la lengua las quitó, y Daniel deslizo suavemente sus dedos en su boca, acto que erecto sus pezones y sus piernas temblaron, Daniel se dio cuenta, y quedamente le pidió que salieran, Carolina se sentía abrumada, pero excitada, también dudaba, ya que la diferencia de edades era algo que le incomodaba, pero Daniel le dijo -Sé lo que estás pensando, la edad no importa, no pienses, déjate llevar por lo que estás sintiendo -, lo miro y dijo, - Tienes razón- él le paso el brazo por los hombros hasta llegar al carro, se montaron en él decidiendo dirigirse al hotel más cercano.
Llegaron al hotel, rentaron un cuarto con jacuzzi, una cama tan grande que invita a rodar en ella, pidieron una botella de buen vino tinto, era tanta la impaciencia de tenerse a cuerpo que sin pensarlo, sus ansiosas manos comenzaron a quitarse de ropas, que realmente les estaban estorbando, con intrépida rapidez Daniel la tomó de la cintura y la acerco a su pecho, la apretó y sus labios mordieron los suyos, un beso casi salvaje, donde sus lenguas se perdían al enredándose y al entrelazarse fue como si quisieran urdir-las, con la respiración cada vez más agitada sus manos se deslizaban confiadas, era cómo si conocieran cada espacio que estaban tocando, ambos sentían que el aire se les terminaba, y que sólo con sus bocas respirarían el oxígeno necesario para sorber la pasión y la lujuria que los estaba alimentando, Daniel ágil-mente la recostó en la cama, encima de ella reptaba, la acariciaba y ella hundía sus dedos en la espalda mientras le pedía que la penetrará, pero sin hacerle caso, continúo bajando, suave, sensual hasta llegar a la hondonada donde comenzó a sorber la humedad que fluía como cascada, penetro su lengua en ella, mordisqueaba sus labios como si deshojara una flor, Carolina a punto del orgasmo cerró los ojos, queriendo llegar al culmen deseado, pero él se incorporó blandiendo el duro mástil con que la acariciaba y poco a poco lo fue introduciendo en el mojado cóncavo, sensación que le hizo gemir y gritar de placer, él continuaba entrando y saliendo de ella, aceleraba, desaceleraba, apretaba su pecho, lo mordía, lo comprimía en su boca, mientras continuaba con acelerado ritmo su brega, con movimientos al unísono, se respira el clímax, estaban en la cima de esa concupiscente jornada, que poco a poco fue descendiendo, Carolina sentía cómo expulsaba la secreción de la espada que le blandía, al tiempo que ella también excretaba sus ánimos, juntos segregaban y juntos llegaron al orgasmo, sentían cómo sus cuerpos convulsionaban a la par, espasmos que hicieron que abrazaran, besándose con un beso interminable, largo, satisfecho, él la miro y le dijo – ves querida, la edad no importa-.
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