ADAGIO

Hizo viento y el inflexible mástil
movió con fuerza el velamen de mis
lascivos deseos,  me sacudieron y temblé,
cómo una tromba huracanada,  que trepido en
mi centro y  agitó con garra a mis instintos, 
dejándolos sin más azar,  que al mismo sino,
fluyeron sin recato, sin inhibiciones,
en libertad cómo el ave, que surca horizontes
sin miedos ni temores, sólo abrazando a la
vesania de un razonamiento extático,
embargada y embriagada con mieles,
cuyo néctar era ajeno al conocido,
pero lo quería mío, sólo mío,
para catarlo y saborearlo a tragos,
engulléndolo a gotas, hasta derramar
su esencia en el cielo de mi boca,
savia que me hizo experimentar
nuevos bríos,  vehemencia clara,
sutil rocío que me bruñó los labios con,
concupiscencia atiborrada de libido,
planee sin fragua, alce urdí el erotismo
sólo con imágenes que me llevarán a tu nido,
experimentando nuevos ánimos,
deje mis alas extenderse y volar al infinito,
no pensé, sólo abrace el gozo y gocé,
¿La cordura? La desconocí y me aferré
a la libertad de fantasías,  que en sueños
tejí un día, hice trama con los hilos
de mis propias emociones, fluyendo
en los brazos del instinto y allí estabas,
envuelto entre lunas que descarnan pieles
mondando al mismo oxígeno
y te respire tocándote y exhale orgasmos,
que de tus poros trascendieron a los míos,
emancipándome de cualquier culpa,
y esperando ser el agua de mi tierra
y el incienso de mis ansias,
sembraste la semilla en mi suelo,
convulsionando al todo lo que no se ha dicho,
porque aún la voz es silencio