ENAJENACIÓN DE MIS LATIDOS

Me unges invistiendo con tu nombre
cada una de las fibras que conforman
los latidos que generas en mí palpitar, 
con cada hilo, que se ciñe a tus poros, 
a tu cubierta, que me viste de  sensualismo,  
y sin reservas tiemblo con la sístole, 
que encrespa a mis pulsaciones, 
y ante la lasciva impunidad del desliz
de las yemas de tu  lujuria, 
por cada centímetro de mi cuerpo, 
exaltas sin remedio a mis instintos,  
que no se refrenan,  todo lo contrario,  
los liberas con tus ardientes roces,
que proclaman intercalando las ganas, 
que enajenan  a la libertina libido,  
ya enredada  en tus dedos,  la urdes,
cuando mito deja de ser lo que propinas, 
pues tus fantasías aunadas a las mías,
reales las dibujan en mi cuerpo, 
inscribiéndolas con todos sus acentos. 
pero sin acuerdos, sin razonamientos, 
para que nunca sean tragadas o engullidas,
por las fauces del olvido y subsistan plenas, 
en todas las sendas caminadas por tus manos,
por tus labios, por el eje de tu centro,  
perpetuando lo grabado en el hemisferio
de la existencia que se ha tocado, 
o cuando estando enredados en la morada
que nos teje como nido, la concupiscencia 
de lo ya creado, de lo no creado o inventado
nos mantenga siempre juntos,
en el oscilar de las emociones, que copulan
a nuestros sentidos, volviéndolas  caricias,
engolosinadoras para despertar al erotismo,
y poblar a nuestras bocas con orgasmos
que violentos expulsen a los gemidos,
que han trascendido por alientos tejidos
con el beso de los jadeos emitidos.