ENCALLANDO EN LA LUJURIA

Teniéndonos entre brazos,
apretados, piel con piel,
aferrados al respiro que gozamos,
cuando nuestras bocas exhalan pecado,
oliéndonos, desprendiendo el aroma
de los motivos que en susurros
claman con el eco que nace
de lo percibido por los sentidos,
agitación que nos conmueve,
vibración emanada que habla
de lo que estamos anhelando,
tejidos poro con poro
transpirando este deseo,
que sacude nuestra entraña,
oscilando con antojos que en suspiros
está haciéndonos perder el equilibrio
en las emociones, más no la simetría
de las sensaciones que nos dictan
como mover las manos y la boca
creando alborotados roces  
que fluyen cual manantial irreverente,
desbordante, pletórico de ansias
y de indiscretas fantasías,
que saben a irreflexivas,
por alocadas e indecibles
pero narrables en esta noción
de sabernos nuestros, completos,
quedando envueltos, vestidos
con nuestro calor, barnizados
con la pasión que sutilmente
va avivando los colores rojos
de la concupiscente agonía
de la sensatez que se extingue,
porque la locura se hace hechicera,
apoderándose de nuestro albedrío,
dejando que la lujuria encalle
en cada parte de nuestro plano,
para amarnos en todos los tiempos
con un solo verbo que conjugue
cada uno de nuestros orgasmos.