FUEGO INDELEBLE

Un fuego indeleble enciende mis ansias
toda vez que te veo, cada vez que te siento,
siempre que mi olfato inspira tu esencia,
y te aspiro, profundo, sin miedos, 
anhelando también ser efluvio 
que irradie mis ganas, emanando deseos 
profanos, ilícitos y tú los percibas 
con  sólo respirar-me y apetezcas 
besarme, morderme los labios, 
abrazarme de tal forma, que me ciñas 
a tu pecho, que me tejas a tus poros
y ser piel en tu piel, beso en tus besos,
carne en tus instintos y lujuria en la libido
que se esté generando,  con solo tocarnos,
con sólo mirarnos, con sólo nada y todo, 
te quiero desnudo de ataduras, dejando
soltar frenéticos cantos, convulsos, 
que oren tus caprichos, empeños y hambre,
para que mi cuerpo sea imán en tus brazos,
y ese fuego encendido jamás se apague, 
todo lo contrario, que atice, que avive
que remueva cenizas si es que las hayo, 
te quiero ardiente,  aquí en mi regazo, 
que tus manos jueguen con mis esquinas
y en cada borde desplieguen afanes
abriendo caminos con vendavales lascivos
que muevan nuestras fibras, 
sin puntos suspensivos, ni comas, ni acentos
sólo pulsaciones que latan tan fuerte,
que ensordezcan al mismo silencio, 
y al ir retumbando las sientas contiguas
y tiembles en mi pecho al morar en el centro
de mi ansioso vientre, y tu latido sea 
quien emancipe a todo pecado 
para devorarte, para que me hundas 
en tus pasiones y seamos húmeda arena
que moldee violentos orgasmos.