SÓLO DEJAMOS

 
Dejemos que nos envuelva
la concupiscente manera de mirarnos,
de tocarnos, de besar la piel de la lujuria, 
cuando nos viste y se enreda en la faz
de nuestras encendidas  existencias,
sintamos ese mágico instante que abrasa,
que enciende, que cala hasta los huesos,
y la médula se anida en nuestro verbo, 
o cuando enajenados somos unidad
que se mueve entre dos cuerpos, 
y copulan ansiedades con las emociones
que destilan ansiedades, alambiquemos
la savia que es néctar transpirado 
por el rocío de nuestras humedades,  
sintiendo los deslices que emancipan
las ganas de poseernos, y redimamos
todo aquello hecho credo, 
entonces vida mía…
Escuchemos la voz de nuestros poros, 
canto laico de libidinosas notas,
que tañen con las cuerdas del deseo,
embebeciendo a los oídos y 
seduciendo a la agitación, para movernos, 
haciendo retumbar las fibras que hacen eco,
con los latidos que pulsan en vibrante nexo,  
que ensordecen al son de cada serpenteo, 
y cuando al sentir el calor de nuestros cuerpos,
los alientos se hacen viento que enardece 
al mismo aire,  que se teje al origen de placeres,
que emanan de los gemidos y jadeos 
que cantan indecibles verbos, 
cómo trama de  la  pasión en lascivo beso
exhalándolo  con la intención de ser respirado,
para amalgamarse en cada brega 
que afanen in crescendo lujuria, amor y sexo.